Con Charo fue un flechazo. La complicidad nos unió desde el primer momento. Hacíamos una simbiosis perfecta. Nuestros puntos de vista eran tan distintos pero acoplaban al milímetro en un Ying y un Yang imposible de mejorar. Éramos cómplices en la vida y en el escenario. Tan bien acoplábamos que, en cierto modo, compartíamos hasta los maridos. Sus maridos eran los míos y viceversa, los míos eran suyos. Todos entrábamos en la rueda de la complicidad. Evidentemente era un juego donde entraban las relaciones personales y no las del dormitorio.
Con Charo viví los más rotundos de los éxitos profesionales en el escenario, pero también pasamos las peores penurias.
Sus hijos han crecido, casi bajo mis pantalones. Somos como una gran familia dispersa.
¿He dicho alguna vez que adoro a mis mujeres?
2 comentarios:
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